Picture taken @ my Parent's place in Valencia - Venezuela on a stormy Christmas afternoon (25-12-2009)
Mi maestra de segundo grado me indicaba: “los líquidos son aquellos cuerpos que toman la forma del envase que los contiene”. ¡Ay! en esos momentos soñaba con ser agua y andar en una piscina y hacerme rectangular y grandota y quedarme inmóvil por unos minutos hasta que algún pájaro viniese a tomar unas gotitas de mi cuerpo o alguna hormiguita me confundiese con un océano gigante y decidiera aventurarse a cruzarme. Fingiría un maremoto con un movimiento leve como un estornudo y sonreiría y flotaría relajadamente al estar bajo el sol.
Pero a veces me imaginaba ser un refresco y entonces sentía estar encerrada en una botella con una chapa como gorrito y lo único que deseaba es que alguien me batiera fuertemente para poder escapar.
En esos momentos me daba cuenta que en verdad no quería ser líquido pues ese poco de burbujas me producirían muchas cosquillas al salir y pues también sería muy difícil lograr escapar de las bolitas de cristal de esas que la abuelita de Alejandra coleccionaba y que nosotras siempre agitábamos para ver como volaban las gaviotas sobre Venecia o cómo caía la nieve sobre alguna nariz de zanahoria en Nueva York.
Pero mi maestra de segundo grado me enseñó también que existían los sólidos. Me decía que eran aquellos objetos que no cambiaban su forma de manera natural y no dependían del envase que los contenía, como los árboles, como las pelotas, como la mesa en la que escribíamos o como todo lo que tocábamos en el salón de clases.
Para mí eran los menos favoritos. Si hubiese tenido que ser un sólido quizá hubiese sido plastilina, para que así al menos pudiera convertirme en muchos sólidos a la vez entre las manos de mis compañeros de clase. Sería una plastilina verde primero, y luego me uniría a una azul, le añadiría algunos toques de naranja y finalizaría con unas porciones de rojo. Pero mi maestra me dijo que esos sólidos eran complicados y que era algo que me iban a enseñar en los próximos años. Ahí supe que ni siquiera me interesaba ser sólido. Además que aun siendo plastilina, al final del día de cole terminaría siendo una bola dura y gris en manos de mis amigos y olvidada en una silla o detrás de la puerta del salón. Muy triste. Menos mal que no lo elegía.
Cuando la maestra empezó a hablar de los gases, supe lo que quería ser. Quería ser el aire, sí; siempre quise volar. Ella nos decía que los gases eran grandotes, más que el agua de las piscinas. Que también tomaban la forma del envase que los contenía pero que siempre se lograban escapar poquito a poco a través de alguna ranura. Entonces empezaba a soñar y sentirme como el aire, como el viento, como esa gran masa de una cosa invisible y fría cuando corre rápido para llegar a casa y lenta y pesadota cuando está calentita muy cerca de la playa donde no se escuchan más que gaviotas y veleros y algún perro juguetón hace salir a niños y cangrejos de sus escondites.
Además siendo aire podría rozar las mejillas de los sólidos, cargar algunas gotitas de agua bajo los arcoíris cuando lloviera y viajaría de Norte a Sur, de Este a Oeste por muchos lugares sobre la Tierra…y seguro que con suerte llegaría hasta el espacio y visitaría hasta algunos asteroides, transportaría el olor de las flores, arrastraría plumas y susurraría en los oídos de los enamorados y cuando me sintiese muy cansada me encerraría en un globo y me dejaría llevar de las manos de algún niño travieso o formaría parte de algún regalo de cumpleaños.
Todavía recuerdo ese momento en el que la maestra me llamó dos veces, por mi nombre y mis dos apellidos, me preguntó si tenía todo en mi bulto: lápiz, borrador, sacapuntas, cuaderno doble línea y la hojita con la tarea; también chequeaba mi lonchera para ver si me había comido el cambur y si me había tomado la otra mitad del jugo de parchita; revisaba si tenía engrapada la circular en mi muñeca derecha y me preguntaba qué había aprendido en el día. Yo sonreía y le decía que había aprendido que por más divertido que pudiese ser estar en una piscina todo el día y caer del cielo en forma de gotitas, y por más que me pudiese convertir en un espejo para hasta parecerme a la gente grande, nada lo cambiaría por haber aprendido a que siendo aire se podía volar a muchos sitios del mundo. En ese momento ella sonrió, me dio una palmadita en mi hombro izquierdo y guiñando su ojo me dijo “muy bien muchachita, ya sabes los estados de la materia; pero ahora es hora de despertar pues tu mami te ha venido a buscar”
No me extraña el porqué mi mami decía que a veces lloraba, bue...pataleaba, cuando me iba a recoger al colegio. Me recibía con un apurruño y un beso y me preguntaba qué había aprendido. A lo cual respondía repitiendo la misma historia deseando que se hiciera realidad.
Hoy, muchos años más tarde, me doy cuenta que, tal como lo soñé, soy tan libre como el viento y que he viajado a muchos pueblos y susurrado en muchos oídos…pero lo que realmente estoy soñando desde este rincón es volver a ese salón de segundo grado y jugar con plastilina hasta hacer bolas grises, mojarme bajo la lluvia, correr con mis amiguitos y dibujar arcoíris hasta que la tarde se acabara y mi mami me recibiera con la misma pregunta “Chiquita, ¿qué has aprendido hoy?"
-Chiqui